martes, 20 de enero de 2015

No es aquí... no es ahora...

Así se resume la enseñanza que me dio Londres...

Llegué con una maleta cargada de ilusiones, sueños y proyectos; y simplemente no era el lugar ni el momento para desempacarlos...

Llegué pensando que me quedaría, que ese sería mi nuevo hogar... y choqué de frente con una realidad que no había imaginado...

A las dos semanas de estar ahí supe que tenía que salir, pero ¿a dónde? ¿cómo? No tenía plan B... el frío del clima se trasladó a mi estado de ánimo... me apagué, me enfrié... otra vez me cayeron la tristeza, confusión y soledad encima... ¿hasta cuándo? ¿dónde encontraría la felicidad y la libertad que tanto anhelaba? Ese era mi segundo continente y mi tercer país, y nada que las encontraba... (claro, porque las seguía buscando afuera...)

Y empezó la masculladera mental otra vez... ¡Pensá! ¡Pensá! ¡Pensá! Resolvé pronto Eli, hacé un plan, organizate, priorizá, ponderá opciones, calculá... Ahhhhhhhhhhhhhhh, que pereza estar atrapada en la mente, en la preocupación.... ¡Estoy harta de pensar, es lo único que hago! Soy máster en la pensadera, y doctora en visualizar escenarios futuros, con especialización en frustración cuando los planes no resultan.

Sin embargo, una mañana me levanté llena de claridad y silencio mental... En realidad, no tenía un problema... tenía una situación que solucionar, ¡punto! Así que valoré mis opciones:

  • Regresar a Costa Rica: lo cual no me apetece en lo más mínimo (a ver, me gusta mi país, pero simplemente no siento que sea momento de regresar).
  • Regresar a Estados Unidos: tampoco se me hace atractivo y además no creo que a los gringos les haga mucha gracia recibirme después de haberme quedado seis meses... (ya sabemos que son un poco incómodos con este tema...)
  • Quedarme en Londres y de alguna manera cambiar las condiciones presentes: alternativa a considerar, aunque mi encanto por la ciudad se había esfumado.
  • Y de pronto, salió del baúl de los recuerdos.... en algún momento, en algún estudio de yoga, se me había ocurrido que quizá en uno o dos años viajaría a India. Pero para ser completamente honesta, lo dije de los dientes para afuera, sin creérmelo, como quien tira un pensamiento al aire y el mismo se hace aire... 

¿Será posible que eso sea tan siquiera una opción para mí? ¡Qué más da!, igual solo quería salir de donde estaba... me sentía agotada de buscar, de buscarme afuera y no encontrarme... ¡qué más da dónde esté! igual, no me conozco, no sé cuál es mi misión en la vida, no sé a que vine a este mundo, no sé para donde voy... así que el camino que recorra ¡da exactamente lo mismo!

Y así sin más, encontré el curso, la escuela (lo más lejos posible de la civilización, ¡por favor!), apliqué por la visa, y luego de dos semanas estaba de nuevo en el aeropuerto, con un boleto para dos meses pero esperando encontrar algo que hacer en India y aplazar mi regreso...

Esta vez SÍ que salí con poco equipaje... ¡toda mi ropa de invierno se quedaba guardada! Pero también salí sin rumbo, sin planes, sin agenda, sin expectativas... salí sin saber cuándo o a dónde regresaría... Me subí a un avión sin tener la mínima idea sobre el lugar al que iba... solo vi unas cuantas fotos que encontré en Internet, pero eso era todo... no tenía a nadie conocido, ni siquiera busqué la escuela en el mapa... solo sabía que me aventuraba hacia un país con una población de más de un billón de personas y tan grande que Costa Rica ¡cabe 64 veces! 

Esta vez no esperé encontrar nada, ya no quería buscar más... solo quería diluirme en la inmensidad de las montañas y dejar de pensar...

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