viernes, 30 de enero de 2015

A "desaprender" Yoga!

¡Así es!! Ya en Upper Bhagsu, aprendí que no sabía nada... creía que estaría un mes haciendo ejercicio con mi cuerpo y aprendiendo a contorsionarme... lo que no sabía es que era mi mente la que se haría trizas...

Es cierto que la parte de asanas (posturas) es demandante a nivel físico, pero eso es solo una pequeña porción de lo que implica el camino del Yoga... y sí, ¡mi cuerpo también lo vivió!! Dos clases de asanas al día por un mes fue complicado, y logré sobrevivirlo gracias a cremas ayurvédicas para el dolor de músculos y articulaciones...



Nuestro día comenzaba a las 6:30am. A esa hora debíamos estar sentados en el shala, o al pie de una catarata, en posición cómoda, estable y quieta (claro, ¡luego de tomar una ducha fría!), preparados para más de una hora de ejercicios de respiración y meditación. A pesar de estar en verano, la temperatura en la montaña a esa hora ameritaba un atuendo poco halagador: abrigo, bufanda, cobija y medias... Sentarse a meditar... a callar la mente... ¡eso sí que fue un reto para mí!.... pero era lo que yo quería, ¿o no?, dejar de pensar... estaba cansada del tumulto en mi cabeza... así que diligentemente me disponía a "poner mi mente en blanco"... cosa que nunca sucedió... claro, ¡porque eso no es meditar!!!!!! (pero ya lo aprendería después...)


Luego de estos intentos fallidos por "dejar de pensar", bajamos a tomar té de jengibre con limón y miel para calentarnos un poco antes de la primera práctica de Ashtanga Primary Series (¿¿¿¿?????), jajaja llegué a un entrenamiento de Yoga, pensando que todo era lo mismo, ahhhhhh no, pero escogí un curso basado en un estilo sumamente demandante a nivel físico... Así que a hacer las paces con Pattabhi Jois y a aprender su método... método que me ayudaría a escuchar mi voz interna... 68 posturas más 30 asanas de Surya Namaskar (Saludos al Sol), todas puestas en un orden pre-establecido que harían que mi cuerpo se relajara y pudiera sentarme en quietud para escuchar las respuestas que tanto buscaba... Muy bien, valía la pena el esfuerzo...


A las 10am se servía el desayuno, nada del otro mundo pero ¡sabía a gloria!: ensalada de frutas, curd (una especie de yogur natural), muesli, o porridge (avena en leche), té o café, y tostadas, era todo nuestro menú...

El almuerzo y la cena tampoco eran manjares... más bien eran una lucha constante con los cocineros... (creo que era la forma en que el Universo empezaba a doblegarme, para enseñarme a ser humilde y agradecida con lo que tengo...)


Luego pasábamos el resto del día aprendiendo nombres de músculos en clases de anatomía, o bien, aprendiendo sobre filosofía y bellas palabras en sánscrito; o alineamiento y ajustes, mejoras de posturas, y por supuesto, más práctica de asana -esta vez Vinyasa Flow, que para el cuerpo daba lo  mismo... ¡estábamos destrozadas!.. Y así transcurría el día hasta las 8 de la noche, momento que aprovechábamos la poca señal de Internet para intentar comunicarnos con el mundo exterior... luego caíamos rendidas y empezar de nuevo al día siguiente...

Pero lo mejor era el fin de semana... ahhhhh medio día libre el sábado y todo el domingo... sonaba maravilloso hasta que nos tocaba preparar clases, estudiar y aprender nombres de poses... sin contar que debíamos bajar los cientos de escalones varias veces si queríamos ir al pueblo o a comer algo diferente. Nuestra mejor opción era sin duda "Once in Nature", un pequeño restaurante clavado en mitad de la montaña donde servían comida orgánica, deliciosa y saludable, pero para llegar allí debíamos bajar una pendiente y luego volver a escalar para cruzar al otro lado de la montaña... así que -libros en mano- nos pasábamos el día tiradas en el suelo, comiendo ensaladas, momos y tomando té chai, mientras hacíamos el esfuerzo por no perdernos en historias de viajes, sueños, amores y desamores, y pretendíamos estudiar...




Otras veces nos íbamos al pueblo... lo cual no era nada relajante pues entre pitos, tumulto, tráfico y polvo, India nos arrancaba las pocas gotas de energía que nos quedaban, y por qué no, ¡lo bello del carácter! pero bueno, era parte de la aventura, además que estar encerradas estudiando no era lo más sano, necesitábamos distracción, ¡y vaya que McLeodganj lo ofrece! Con sus mercados bulliciosos, los perros, las vacas, los vendedores ambulantes, los hombres bañándose en piscinas públicas (literalmente ¡en media calle!), las mujeres trabajando la tierra ataviadas con hermosos saris, la basura, las ventas ilegales de carne, los monjes tibetanos, las comidas picantes llenas de salsas y la belleza de los Himalayas; nos ofrecía todo un espectáculo digno de la locura india de la que solo se tienen dos opciones: odiarla o enamorarte de ella... He de reconocer que muchas veces me hastió... y solo deseaba subir los cientos de escalones para refugiarme en el silencio de nuestra lejana y perdida montaña...



Seis semanas viví en este remoto pueblo... aprendiendo a desaprender lo que creía saber, compartiendo con personas a las que no entendía (¡y no necesariamente por el idioma!), llevando mi cuerpo a lugares que no soñé posibles, haciendo macramé entre el humo del hachís y tazas de té, empezando amistades que trascenderían fronteras, conociendo que puedo ser mejor persona de lo que imaginaba, asimilando que en medio del caos se puede apreciar la belleza de la diferencia... Seis semanas después tomaba el autobús que me llevaría al corazón de la loca India... Salí un martes a las 6 de la tarde rumbo a Nueva Delhi... 12 horas después estaría sentada en un mercado tibetano, frente a un templo, sin teléfono y perdida en una ciudad de más de 250.000 habitantes...

Llegué a Delhi creyendo que viviría en India por una última semana y que no volvería... mi siguiente rumbo estaba claro... ahhh, ilusa de mí....


viernes, 23 de enero de 2015

En tierras extrañas...

Llegué a Delhi un domingo a la 1:00am... Tenía la opción de pasarme 12 horas en un autobús o esperar 11 horas en el aeropuerto y volar hacia Dharamsala. Preferí no arriesgarme (hoy sé que no había nada que temer...) y pasé mis primeras horas en India deambulando por una sala de espera..

Una hora después de abordar me encontré de frente con una vista espectacular: la línea nevada de los Himalayas... ¡qué sensación! Mi pecho se ensanchó lleno de agradecimiento y me sentí como una niña, emocionada y asombrada.


En el aeropuerto, un taxista sostenía un cartel con mi nombre, y el de siete chicas más, todas íbamos al mismo lugar: Upper Bhagsu. Luego de deshacernos de la vestimenta de invierno, nos apuñamos en un auto en el que pasaríamos más de dos horas, a unos 34 grados de temperatura. Al llegar a Mcleodganj -el pueblo más cercano a la escuela de yoga- el tráfico simplemente ¡era una locura! Entre vacas, perros, vendedores ambulantes, turísticas y locales, los carros competían para ver quien se atravesaba mejor... el sonar de las bocinas era ensordecedor y las ocho "westerns" (como se nos llama en este lado del mundo) nos derretíamos en sudor mezclado con tierra rojiza.

Al llegar a Bhagsu, el taxista bajó nuestro equipaje y nos señaló unas gradas interminables montaña arriba... ¡aún no habíamos llegado! Debíamos subir peldaños por alrededor de unos 15 minutos con maletas al hombro hasta la casa de huéspedes que sería nuestro hogar por los próximos 30 días...

Luego de hacer algunos trámites propios de los turistas: cambiar dinero, comprar una tarjeta telefónica y comer lo que fuera; emprendimos la escalada... unas se quedaron en el camino, otras nos propusimos no parar o de lo contrario nuestras adoloridas piernas no sabrían cómo empezar de nuevo... Nos recibió una casa de huéspedes sencilla pero con una vista espectacular... 23 personas de 15 países distintos compartiríamos en ese hotelito días completos durante un mes...


Hasta aquí la historia va muy "normal"... lo que no sabía entonces es que a partir de este momento no miraría más hacia atrás... no habrían más reproches ni lamentos... el pasado sería solo un álbum de fotos que se tomaron, se revelaron, se pegaron en sus páginas y se guardaron en un cajón viejo hasta llenarse de polilla y polvo... ya no sería más un compañero diario.

Lo que no sabía entonces es que las historias de estas 22 personas me inspirarían, me moverían, me harían soñar y me llevarían a lugares que ni en mis más salvajes sueños habría imaginado...

Tampoco sabía que buscando cambiar de profesión, cambiaría de vida... encontraría mi pasión y descubriría mi misión... No sabía que sería el inicio de un hermoso camino en Asia...

No sabía que, inmersa en las faldas de las montañas más altas del mundo, emprendería la escalada hacia mi propia montaña...

martes, 20 de enero de 2015

No es aquí... no es ahora...

Así se resume la enseñanza que me dio Londres...

Llegué con una maleta cargada de ilusiones, sueños y proyectos; y simplemente no era el lugar ni el momento para desempacarlos...

Llegué pensando que me quedaría, que ese sería mi nuevo hogar... y choqué de frente con una realidad que no había imaginado...

A las dos semanas de estar ahí supe que tenía que salir, pero ¿a dónde? ¿cómo? No tenía plan B... el frío del clima se trasladó a mi estado de ánimo... me apagué, me enfrié... otra vez me cayeron la tristeza, confusión y soledad encima... ¿hasta cuándo? ¿dónde encontraría la felicidad y la libertad que tanto anhelaba? Ese era mi segundo continente y mi tercer país, y nada que las encontraba... (claro, porque las seguía buscando afuera...)

Y empezó la masculladera mental otra vez... ¡Pensá! ¡Pensá! ¡Pensá! Resolvé pronto Eli, hacé un plan, organizate, priorizá, ponderá opciones, calculá... Ahhhhhhhhhhhhhhh, que pereza estar atrapada en la mente, en la preocupación.... ¡Estoy harta de pensar, es lo único que hago! Soy máster en la pensadera, y doctora en visualizar escenarios futuros, con especialización en frustración cuando los planes no resultan.

Sin embargo, una mañana me levanté llena de claridad y silencio mental... En realidad, no tenía un problema... tenía una situación que solucionar, ¡punto! Así que valoré mis opciones:

  • Regresar a Costa Rica: lo cual no me apetece en lo más mínimo (a ver, me gusta mi país, pero simplemente no siento que sea momento de regresar).
  • Regresar a Estados Unidos: tampoco se me hace atractivo y además no creo que a los gringos les haga mucha gracia recibirme después de haberme quedado seis meses... (ya sabemos que son un poco incómodos con este tema...)
  • Quedarme en Londres y de alguna manera cambiar las condiciones presentes: alternativa a considerar, aunque mi encanto por la ciudad se había esfumado.
  • Y de pronto, salió del baúl de los recuerdos.... en algún momento, en algún estudio de yoga, se me había ocurrido que quizá en uno o dos años viajaría a India. Pero para ser completamente honesta, lo dije de los dientes para afuera, sin creérmelo, como quien tira un pensamiento al aire y el mismo se hace aire... 

¿Será posible que eso sea tan siquiera una opción para mí? ¡Qué más da!, igual solo quería salir de donde estaba... me sentía agotada de buscar, de buscarme afuera y no encontrarme... ¡qué más da dónde esté! igual, no me conozco, no sé cuál es mi misión en la vida, no sé a que vine a este mundo, no sé para donde voy... así que el camino que recorra ¡da exactamente lo mismo!

Y así sin más, encontré el curso, la escuela (lo más lejos posible de la civilización, ¡por favor!), apliqué por la visa, y luego de dos semanas estaba de nuevo en el aeropuerto, con un boleto para dos meses pero esperando encontrar algo que hacer en India y aplazar mi regreso...

Esta vez SÍ que salí con poco equipaje... ¡toda mi ropa de invierno se quedaba guardada! Pero también salí sin rumbo, sin planes, sin agenda, sin expectativas... salí sin saber cuándo o a dónde regresaría... Me subí a un avión sin tener la mínima idea sobre el lugar al que iba... solo vi unas cuantas fotos que encontré en Internet, pero eso era todo... no tenía a nadie conocido, ni siquiera busqué la escuela en el mapa... solo sabía que me aventuraba hacia un país con una población de más de un billón de personas y tan grande que Costa Rica ¡cabe 64 veces! 

Esta vez no esperé encontrar nada, ya no quería buscar más... solo quería diluirme en la inmensidad de las montañas y dejar de pensar...

lunes, 19 de enero de 2015

Congelada en la “gran manzana”

He vivido en Nueva Jersey en dos ocasiones, y en ambas comprobé que si no se anda con cuidado, el concreto te puede comer vivo… Durante mis años en ese estado del Norte, conocí a muchas personas que llegaron con la ilusión de realizar el “sueño americano” y quedaron atrapadas en una “pesadilla local”. A ver si me explico… Es muy fácil cegarse por las luces de la ciudad, el verde de los billetes y el ruido de las calles. Si no se tiene claro para qué se están dando los mejores años de la vida en trabajos que nadie quiere hacer, si no se encuentra la fuerza de voluntad en las entrañas que permita cerrar los ojos ante las tentaciones del consumismo; los años caerán encima con todo el peso de la nieve, del insolente calor húmedo, y de las alergias al polen.

Ícono de la libertad (!¿?¡)

Creo que cuando se migra a otro país, hay que ser como un buen jugador de póker y saber cuándo retirarse; a menos, que la intención sea convertirse en ciudadano de esa nación; pero no me interesa entrar en detalles sobre ética migratoria, sino contextualizar mi paso por el “estado de los jardines” (que nunca vi, por cierto) y por su hermana mayor: “la gran manzana”…

En estos lugares aprendí que no quiero volver a trabajar solo por ganar dinero, que no me gusta salir de compras, que prefiero ir a un parque a almorzar un emparedado casero que ir a un restaurante, y que lidiar con meses y meses de frío ¡no es para mí! Aprendí que debajo de las burkas hay mujeres que -en la intimidad de su casa- se ven como yo o como mis amigas, que las nacionalidades son solo un formalismo, y que –gracias a mis rasgos físicos- puedo pasar fácilmente como ¡rusa, ucraniana o turca!

Paty y yo con mi profesora y compañeras de clases de turco

Durante mi segunda estadía (seis meses) en Nueva Jersey, presencié uno de los eventos más importantes para mi familia en los últimos años: ¡el nacimiento de mi hermosa sobrina Kiana!; también, asistí a Sonic Yoga Studio en Manhattan dos veces por semana, de donde salía flotando después de cada clase de Vinyasa Flow; luego almorzaba en el Amish Market donde venden ensaladas frescas y deliciosas y te cobran por su peso; hice lindas amistades en el Centro Cultural de Turquía donde estuve aprendiendo el idioma por cuatro meses; me recorrí la ciudad una y mil veces en su sucio y característico tren subterráneo; tuve visitas hermosas que llegaron de Costa Rica a darme su amor; visité Washington donde –penosamente – tengo que reconocer que me tomé fotos “frente” a la Casa Blanca… pero en realidad era “atrás”, así que solo conocí el patio de la casa más poderosa del mundo, jajaja…. Estando allá, también me enrolé en una certificación de Health Coach (Consejera en Salud), con lo cual vine a envolver todo lo que he ido aprendiendo sobre alimentación, salud y bienestar.

El patio de Obama...

En fin, hice mucho, vi mucho, escuché mucho, pero seguía inquieta…

Sabía que mi paso por tierras gringas sería corto… la “gran (y recontra fría) manzana” se me hacía tediosa, triste, gris, molesta y aburrida. Pasé seis meses viéndome como una fotografía, pues ¡nunca me quité el abrigo, la bufanda, los guantes y el gorro! No importa que rompa andés por debajo, el envoltorio para lidiar con el frío invierno es siempre el mismo….

!Así me vi durante 6 fríos meses!


Así que añoraba mi próximo paso… ¡Londres! Ahhh mi sueño de conocer Europa se acercaba cada día más… el misterio del Viejo Mundo me seducía, la expectativa por caminar entre castillos medievales me robaba el sueño, la imagen de los campos verdes llenos de ovejas se apoderaba de mis tardes de estudios, y contaba los días para irme a nuevas tierras… Sí, en Nueva Jersey estuve muy poco en el presente… me la pasé viviendo en el futuro… creando imágenes de lo que sería… y quizá por eso me perdí lo que era…

domingo, 18 de enero de 2015

¿Por qué "Tica sin equipaje"?


Me tomó muchos años, lágrimas y reproches entender que la felicidad no está afuera... que no es un destino ni un logro, sino una vivencia interna, una actitud, una decisión, un estado... y esto lo empecé a entender cuando -en medio de la desesperación- decidí soltar mis cargas y confiar.., así comenzó esta aventura llamada vida... me deshice de todo lo material que me ataba a un país y salí con una maleta... Hoy me siento millonaria, aunque lo "único" que tengo cabe en dos mochilas!! Decidí soltar el "equipaje" que cargué toda mi vida y así emprender el camino que el Universo me traza día con día...

Y ¿por qué recalco mi nacionalidad "tica"? porque nos guste o no, vivimos en una sociedad que nos dicta patrones de comportamiento, en los que aventurarse y ser casi nómada no es parte de dichos contratos sociales, especialmente si se es mujer... Y no lo critico, quienes deciden seguir los mandatos culturales y SON felices, ¡genial!!!, pero quienes decidimos tomar rumbos distintos a los pre-establecidos somos tachadas de rebeldes, desubicadas, inestables e intensas (¡cómo me gusta esta palabra!). Hasta el momento no he conocido a ninguna tica (ni tico) en el camino, y al parecer los viajeros que me he topado tampoco, pues he tenido que dibujar varios mapas para ubicar a Costa Rica en el mundo... No dudo que hayan muchas coterraneas (sí, ¡y coterraneos también!) haciendo cosas distintas, explorando nuevos horizontes y saliendose del molde (ya sea dentro o fuera del país), ¡pero simplemente me gusta explicarle a los extranjeros porqué nos dicen "ticos"!

En este espacio, deseo plasmar mis vivencias.. No sé con que propósito, y la verdad no me interesa mucho eso.. Solo sé que desde hace tiempo quiero hacerlo, quiero escribir, quiero compartir lo que me pasa... así que empezaré escribiendo sobre las cosas que fui metiendo en mi "maleta emocional" y por resumir los últimos años antes de salir de Costa Rica; luego trataré de escribir tan a menudo como pueda (o como me plazca!).

El fin y el principio...

De pequeña quería ser bailarina, sabía que había nacido vegetariana, y soñaba con vivir en un pueblo como el de Heidi, tomando leche de cabra y comiendo quesos frescos. Luego, de adolescente supe que una vida "hippie" era mi camino... leía por placer, intentaba ser artista de alguna forma: pintando paisajes, haciendo manualidades, confeccionando máscaras... comía yogur natural y rechazaba las gaseosas... (cosa que para mis amigos era una rareza!!!).

Pero luego me metí en el sistema social y me dejé consumir...

Deseaba tanto complacer a mis papás. Quizá por ser la hija mayor, sentía la necesidad de cumplir sus expectativas. Ambos querían que estudiara... Incluso me negaron la posibilidad de bailar ballet o danza contemporánea (que era un deseo ardiente en mi corazón de niña, y ansiaba con todas mis fuerzas...), porque según papi, eso me iba a distraer de mis estudios...

Sé que mami quería que fuera doctora... y por un tiempo llegué a considerar la idea!!!!! Realmente pensé en ingresar a la facultad de medicina, pero afortunadamente no lo hice!! (sé que tengo la capacidad para hacerlo, pero no deseo vivir esclavizada en un hospital!), así que lo más cercano que hice fue estudiar psicología... y para ser honesta, tenía muchas ideas románticas sobre esta profesión. Sin embargo, ninguna de ellas fue realidad, al menos no para mí... y terminé siendo absorbida por un sistema que me enseñó a trabajar donde no quería, haciendo cosas que no disfrutaba, solo por un salario que me permitía tener la "vida" que se supone todos debemos tener: un "buen" trabajo, una casa, carro, y pasear de vez en cuando...

Digamos que de alguna forma lo logré, pero cada día me sentía miserable, perdida, frustrada, perdedora.... No sabía cuál era mi pasión, me sentía sin rumbo, veía que había estudiado y trabajado en tantas cosas diferentes, pero que nada se conectaba... nada tenía un norte.. Esta incomodidad crecía cada vez más... Me sorprendía llorando casi a diario.

Paralelo a esto, mi salud física y emocional iba en detrimento. Atravesé un fuerte período de bulimia, seguido por un continuo temor a engordar, lo que me llevó a hacer dietas que nunca funcionaban (!!!!!) y a meterme de cabeza en los ejercicios y en locos planes nutricionales. (Aunque reconozco que me encanta hacer ejercicio, así que eso lo veo como algo muy positivo). Intenté tener una relación más saludable con la comida, aunque no fue la óptima, pues mi sistema digestivo seguía enfermo. (Pero esto será tema para otro blog!)

Emocionalmente me involucré con los hombres inadecuados… aunque ahora entiendo que no hay casualidades sino lecciones y de todos tenía algo que aprender. Pero reconozco que la intensidad con la que “amé” y sufrí fue ¡extrema! Hasta que toqué fondo con la última relación que tuve en –la que me encanta llamar -mi vida pasada. En esa ocasión, sufrí, me rasgué las vestiduras, lloré, desconfié de todos y me enclaustré en un apartamento lejos de la “civilización”.

Hoy entiendo que esa época de hibernación ¡era necesaria! Mi vida necesitaba un alto, necesitaba iniciar mi camino hacia adentro… y así comenzó esta maravillosa “segunda vida”.

Salí de ese hoyo y comencé a verme, no en un espejo… a verme hacia el alma… y la confusión, frustración y decepción se hicieron ¡aún más grandes! Me enfrenté a una Eli que no conocía, que no me gustaba, que no entendía…

Justo entonces, me reencontré con una alma hermosa que se sentó a mi lado en los almuerzos de la universidad donde enseñábamos clases, y con él, -con ese excompañero de estudios y ahora psicólogo nato- empecé a calmar mi mente, a perdonarme, a amarme… empecé a priorizar para aclararme…

En ese mismo entonces, conocí a otra alma… yogi, loco, pero sabio en su mundo, y con él aprendí a ver la otra cara de la comida… aprendí a sanar mi cuerpo con lo que una vez había sido mi enemigo… experimenté con hábitos de alimentación cruda y súper batidos, y simplemente ¡me enamoré de este estilo de vida! Curé mi sistema digestivo con deliciosas comidas… sin más remordimientos, sin más culpas… Mi cuerpo físico, al fin había encontrado la libertad. Dejé de contar calorías y medir porciones, y comencé a disfrutar las maravillas de la Madre Tierra. Empecé a cortar cadenas y a interesarme más por aprender sobre comida cruda (¡tema que aún tengo pendiente!).

Sin embargo, poco tiempo después me encontraba tan aferrada en hacer dinero que no tenía nada!!! Hubo días que no tenía ni qué comer y mi frustración regresaba con más fuerza… Solo sabía que no quería trabajar en una aburrida oficina, ni correr “la carrera de la rata”, ni lidiar con el tráfico espantoso de las calles de San José…

Así que una mañana, llorando, enojada y desesperada, hablé seriamente con Dios… le dije que Él me había hecho y que Él debía cuidar de mí, porque yo ya no sabía qué hacer ni cómo hacerlo… le reproché su promesa de alimento y abrigo a los pájaros y a las flores, y sintiéndome superior que estos seres (¡pobre ignorante de mí!), le demandé sus cuidados…

Ese día decidí dejar Costa Rica… No sabía para qué, solo sabía que no podía quedarme ahí… me sentía ahogada… Compré el boleto para New Jersey, vendí mis cosas, me mudé dos meses a la casa de mami y me preparé para dejar mi país…

Justo unos días después de todo este torbellino, conocí a otra alma… Quiero pensar que ya la conocía, y que fue más bien un reencuentro, porque esta vez ¡fue diferente! Y aunque tenía claro que no me iba a involucrar porque mi viaje ya estaba listo… el Universo tenía otros planes… ¡nos involucramos más de lo que imaginamos! Aun así, cada uno siguió sus proyectos individuales…

Llegué a Nueva Jersey un martes 28 de octubre de 2013… directamente a trabajar  en un bar… no era mi trabajo ideal, pero al menos podría ahorrar algo de dinero para seguir mi camino… Según yo, iba a aprovechar mis días para prepararme más en Pilates, así que con gran ilusión encontré los mejores estudios en Nueva York, asistí a un par de clases y simplemente la ilusión se esfumó… no sentí ninguna conexión con esta disciplina, al menos no para dedicarme a ella… Afortunadamente, el Yoga me reencontró (ya habíamos filtreado un par de veces en Costa Rica, pero sin concretar ningún amorío serio…), y esta vez caía rendida a sus pies… Durante una clase de “Prana Flow”, entendí el término “estar presente”, por primera vez pude escuchar a mi Ser y supe que algún día iría a India a estudiar Yoga y a convertirme en profesora… lo que no sabía entonces es que ese viaje sería más pronto de lo que pensaba… y tampoco sabía que Yoga es más que complejas posturas físicas… no sabía que ese sería el camino que me enseñaría sobre un Dios lleno de amor y que me daría las herramientas para ser la mejor versión de mí que puedo ser…