lunes, 19 de enero de 2015

Congelada en la “gran manzana”

He vivido en Nueva Jersey en dos ocasiones, y en ambas comprobé que si no se anda con cuidado, el concreto te puede comer vivo… Durante mis años en ese estado del Norte, conocí a muchas personas que llegaron con la ilusión de realizar el “sueño americano” y quedaron atrapadas en una “pesadilla local”. A ver si me explico… Es muy fácil cegarse por las luces de la ciudad, el verde de los billetes y el ruido de las calles. Si no se tiene claro para qué se están dando los mejores años de la vida en trabajos que nadie quiere hacer, si no se encuentra la fuerza de voluntad en las entrañas que permita cerrar los ojos ante las tentaciones del consumismo; los años caerán encima con todo el peso de la nieve, del insolente calor húmedo, y de las alergias al polen.

Ícono de la libertad (!¿?¡)

Creo que cuando se migra a otro país, hay que ser como un buen jugador de póker y saber cuándo retirarse; a menos, que la intención sea convertirse en ciudadano de esa nación; pero no me interesa entrar en detalles sobre ética migratoria, sino contextualizar mi paso por el “estado de los jardines” (que nunca vi, por cierto) y por su hermana mayor: “la gran manzana”…

En estos lugares aprendí que no quiero volver a trabajar solo por ganar dinero, que no me gusta salir de compras, que prefiero ir a un parque a almorzar un emparedado casero que ir a un restaurante, y que lidiar con meses y meses de frío ¡no es para mí! Aprendí que debajo de las burkas hay mujeres que -en la intimidad de su casa- se ven como yo o como mis amigas, que las nacionalidades son solo un formalismo, y que –gracias a mis rasgos físicos- puedo pasar fácilmente como ¡rusa, ucraniana o turca!

Paty y yo con mi profesora y compañeras de clases de turco

Durante mi segunda estadía (seis meses) en Nueva Jersey, presencié uno de los eventos más importantes para mi familia en los últimos años: ¡el nacimiento de mi hermosa sobrina Kiana!; también, asistí a Sonic Yoga Studio en Manhattan dos veces por semana, de donde salía flotando después de cada clase de Vinyasa Flow; luego almorzaba en el Amish Market donde venden ensaladas frescas y deliciosas y te cobran por su peso; hice lindas amistades en el Centro Cultural de Turquía donde estuve aprendiendo el idioma por cuatro meses; me recorrí la ciudad una y mil veces en su sucio y característico tren subterráneo; tuve visitas hermosas que llegaron de Costa Rica a darme su amor; visité Washington donde –penosamente – tengo que reconocer que me tomé fotos “frente” a la Casa Blanca… pero en realidad era “atrás”, así que solo conocí el patio de la casa más poderosa del mundo, jajaja…. Estando allá, también me enrolé en una certificación de Health Coach (Consejera en Salud), con lo cual vine a envolver todo lo que he ido aprendiendo sobre alimentación, salud y bienestar.

El patio de Obama...

En fin, hice mucho, vi mucho, escuché mucho, pero seguía inquieta…

Sabía que mi paso por tierras gringas sería corto… la “gran (y recontra fría) manzana” se me hacía tediosa, triste, gris, molesta y aburrida. Pasé seis meses viéndome como una fotografía, pues ¡nunca me quité el abrigo, la bufanda, los guantes y el gorro! No importa que rompa andés por debajo, el envoltorio para lidiar con el frío invierno es siempre el mismo….

!Así me vi durante 6 fríos meses!


Así que añoraba mi próximo paso… ¡Londres! Ahhh mi sueño de conocer Europa se acercaba cada día más… el misterio del Viejo Mundo me seducía, la expectativa por caminar entre castillos medievales me robaba el sueño, la imagen de los campos verdes llenos de ovejas se apoderaba de mis tardes de estudios, y contaba los días para irme a nuevas tierras… Sí, en Nueva Jersey estuve muy poco en el presente… me la pasé viviendo en el futuro… creando imágenes de lo que sería… y quizá por eso me perdí lo que era…

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