lunes, 13 de abril de 2015

Otra vez India.... ¿En serio?!!!

Cuando salí de India pensé que no regresaría... tanto tumulto, bulla, basura, acoso, calor y locura de Delhi me dejó con un sabor agri-dulce...

India... tan llena de historia, cultura, templos, ritos, gente, colores brillantes y sabores exóticos, pero a la vez, ilógica, irreverente, impaciente, sucia, maloliente, desgastada, con sus hábitos extraños y su ignorancia ante los espacios personales; ella me provoca una relación de amor-odio que me llena de emoción y hastío, de asombro y pereza, de curiosidad y desgano...

Así, como quien termina una mala relación amorosa, salí de Delhi sintiendo alivio, libertad y confianza. Confianza en mí y en un futuro más verde, fresco, jovial y prometedor... Pero mientras me regocijaba en las aguas de un nuevo mar, recibí el correo que cambiaría -en mucho- el rumbo de mi vida... Hasta entonces, solo sabía que no quería sentarme detrás de un escritorio, en una aburrida oficina, ganando un salario para pagar deudas, pero más que eso no tenía idea de qué hacer...

Estando en Koh Phanghan recibí una propuesta de regresar a India... y solo pensé: "¡¿En serio? ¿Otra vez?!" Tuve una entrevista en línea y ahí mismo me comprometí a regresar por la temporada completa... ¡me comprometí a volver a la loca India por ocho meses! Luego descubrí que el sur del país es muy diferente al resto. Sus playas -aunque no las más lindas que he visto- hacen que las personas locales sean más amables y cálidas, y el acoso se limita a las vacas que van detrás de los bolsos en busca de comida, o a los monos que saltan de los árboles a los techos de las casas.

¡Qué decisión! la mejor que he tomado últimamente... este tiempo en India me ha cambiado, desde el color de la piel hasta el tamaño del corazón... he conocido personas extraordinarias de todas partes del mundo, he sido estudiante y maestra al mismo tiempo, he comido gran variedad de currys, he aprendido a vivir con los pies sucios y a entender que sentarme al suelo a compartir una comida vale más que unos zapatos caros o cualquier otra banalidad...

He de reconocer que el inicio no fue sencillo.... Regresé a India un 25 de septiembre, a finales de la temporada de Monsoon (época lluviosa), con una mochila al hombro, un corazón en pedacitos, llena de incertidumbre, pero con muchos deseos de aprender, de experimentar y ¡de vivir!

El camino del aeropuerto a mi nueva casa estaba rodeado de un paisaje que me sorprendió positivamente. Tanta lluvia había dejado a su paso un verdor inesperado, montañas llenas de una vegetación similar al bosque lluvioso de Costa Rica. Arrozales adornando los lados de la calle, y las palmeras distribuidas en desorden por todas las llanuras del lugar. En medio del cansancio del viaje, me fascinó ver que el seco, polvoso y duro recuerdo de India se desvanecía... Sin embargo, al llegar a mi destino final, el entorno que me recibió fue otro... Las pocas tiendas del lugar estaban cerradas, cubiertas de plásticos azules, y la playa estaba llena... ¡pero de cacas de las vacas que tomaban la siesta diaria en medio de la arena! ¡No había nada! ¡Ni nadie! La playa "más linda" de India era un desastre...ese día, el día que llegué a Goa, me senté en el único restaurante abierto, y lloré....

Otra vez esta ambivalencia entre el amor y el odio, entre el entusiasmo y el desespero, otra vez regresaba a los brazos de la locura... Pero al cabo de un mes, y como por arte de magia, Agonda cobró vida. Los bungalows empezaron a emerger de la nada, las calles se llenaron de coloridas prendas de vestir que colgaban por doquier, y la bulla de las motos se apoderó de la única calle del lugar. Poco a poco los estudiantes empezaron a arribar y la nueva villa que alberga la escuela de yoga dio sus primeros pasos. Y yo con ella...

Sampoorna me formó como estudiante, me albergó como aprendiz y luego me tendió la mano como profesora... aquí -en Agonda, en Sampoorna- he reído y llorado, dudado y creído, aprendido y enseñado, amado y respirado profundo, meditado y bailado. Estos meses han estado cargados de todo... Y hoy, solo puedo sentirme agradecida, con India, con la vida, con Dios, con los que amo, conmigo misma...

Las grandes protagonistas de India... ¡las benditas vacas!



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